José “Pepe” Mujica, una figura icónica de la política uruguaya, ha dejado una huella imborrable tanto a nivel nacional como internacional. Su trayectoria, desde su pasado como guerrillero tupamaro hasta su presidencia, está marcada por un estilo único y una profunda conexión con la gente.
Incluso sus rivales políticos reconocieron su pragmatismo y capacidad de diálogo. Luis Lacalle, quien compitió con él en la carrera presidencial, destacó su “tono de contacto muy bueno”. El senador Ope Pasquet resaltó “su bonhomía y su don de comunicación”, mientras que Pablo Mieres subrayó su “estilo más horizontal”.
He pasado de todo, pero no le tengo odio a nadie y les quiero transmitir a los jóvenes que triunfar en la vida no es ganar sino levantarse cada vez que uno cae
Durante su gestión, Mujica atrajo inversiones al país y protagonizó momentos memorables, como cuando se lastimó ayudando a reparar un techo o superó un susto por una posible trombosis.
A los 74 años, Mujica, quien admitió que la guerrilla subestimó el republicanismo uruguayo, jugó un papel clave en la inserción política de los tupamaros y su ingreso al Frente Amplio (FA) en 1989. Fue el primer tupamaro en llegar a la Cámara de Diputados en 1995, destacando su llegada en Vespa y su estilo informal.
Su paso por la clandestinidad, su participación en fugas masivas y su encarcelamiento durante la dictadura marcaron su vida. En prisión, sufrió aislamiento y tratos inhumanos, llegando a padecer trastornos psiquiátricos.
Ya en la política institucional, Mujica mostró una notable capacidad de adaptación, afirmando estar dispuesto a “abrazar culebras” para lograr acuerdos. Fue un articulador clave en el gobierno de Tabaré Vázquez, como ministro de Ganadería.
Junto a su esposa, Lucía Topolansky, Mujica mantuvo un estilo de vida austero, viviendo en su chacra y rechazando la residencia presidencial. Su discurso y su vida espartana le valieron el apodo de “el presidente más pobre del mundo”.
Su gobierno sorprendió al mundo con la regulación del mercado de la marihuana y la acogida de refugiados sirios. “Uno llega a la presidencia con una cuota de idealización y después la realidad lo golpea en el hocico”, reflexionó.
En 2020, se retiró de la política activa, renunciando a su banca en el Senado. “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio… el odio nos destruye”, expresó.
En 2024, anunció que padecía un tumor en el esófago, enfrentando una difícil situación de salud.
A pesar de sus diferencias con la Argentina y Cristina Fernández de Kirchner, Mujica mantuvo una buena relación con el papa Francisco y apoyó la campaña de Yamandú Orsi.