Tras el sentido funeral del Papa Francisco en el Vaticano, el gobierno argentino encabezado por Javier Milei emitió un mensaje destacando la figura del pontífice y asegurando que su legado “ya es eterno”. Este reconocimiento subraya la importancia global de Jorge Bergoglio, el primer Papa latinoamericano y argentino, cuya trayectoria al frente de la Iglesia Católica ha dejado una profunda huella tanto a nivel espiritual como geopolítico.
La relación entre Milei y Francisco tuvo un inicio ríspido, marcado por declaraciones críticas del entonces candidato presidencial hacia la figura del Sumo Pontífice. Sin embargo, con el correr del tiempo y, especialmente, tras asumir la presidencia, la dinámica comenzó a cambiar. El propio Javier Milei ha reconocido públicamente que, al tomar conciencia de la responsabilidad de gobernar un país, su perspectiva hacia el líder espiritual de miles de millones de personas se modificó. En declaraciones recientes, Milei incluso reveló haber pedido disculpas al Papa por sus dichos pasados, recibiendo una respuesta conciliadora que atribuyó a “errores de juventud”. Este gesto de acercamiento culminó con la participación del presidente argentino en las exequias en Roma, un evento de gran simbolidad que reunió a líderes de todo el mundo.
La presencia de Javier Milei en el funeral, acompañado por funcionarios clave de su gabinete como Karina Milei, Guillermo Francos, Manuel Adorni y Patricia Bullrich, evidencia el peso institucional que el gobierno argentino otorgó a este acontecimiento. Más allá de las diferencias ideológicas que pudieron haber existido, la investidura del Papa Francisco como jefe de Estado vaticano y líder espiritual de la Iglesia Católica impone un respeto y un protocolo ineludibles en el ámbito de las relaciones internacionales.
El concepto de “legado eterno” mencionado por la Oficina del Presidente en redes sociales no es menor. ¿A qué se refiere este legado en el contexto argentino y global? Francisco ha sido una voz constante en temas como la justicia social, la desigualdad, la protección del medio ambiente (plasmada en su encíclica Laudato Si’) y la necesidad de tender puentes en un mundo fragmentado. Su prédica a favor de una “Iglesia pobre y para los pobres” resonó con fuerza en diversas latitudes y generó debates internos y externos a la institución eclesiástica.
En Argentina, su figura siempre fue objeto de atención y análisis. Su relación con los distintos gobiernos, desde Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri hasta Alberto Fernández y ahora Javier Milei, estuvo marcada por encuentros, desencuentros y gestos que fueron leídos en clave política. Si bien evitó involucrarse directamente en la política interna argentina, sus palabras y acciones a menudo tuvieron eco en el debate público. La “cuenta pendiente” de su regreso al país natal siempre fue un tema recurrente, y aunque no se concretó durante su pontificado, su influencia en la sociedad argentina es innegable.
El legado de Francisco también se manifiesta en sus esfuerzos por modernizar la Curia Romana, abordar los casos de abuso dentro de la Iglesia y promover un diálogo interreligioso. Su sencillez y austeridad personal contrastaron con la pompa tradicional del Vaticano, acercándolo a la gente común y generando una empatía considerable.
La frase del gobierno argentino sobre el “legado eterno” puede interpretarse como un reconocimiento a la trascendencia de su figura, más allá de las coyunturas políticas. Es un legado que continuará influyendo en el ámbito religioso, social y político a nivel mundial.